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Las divisiones Vedel y Gobert fueron dirigidas en
dos columnas por Menjivar, Cabra y Puente-Gonzalo
á Morón y Osuna, donde en los primeros dias de
Agosto fueron dispersadas, mientras, en vista de las
negociaciones con el jefe de la escuadra británica, se
decidia de su ulterior destino.
Sólo M. de Villoutreys recibió autorización para
volver á Madrid, á fin de que diese al duque de Róbigo
conocimiento de lo sucedido y tratado en Bailen,
«circunstancia, dice un testigo de la batalla, tal vez
»no repetida en Europa desde la célebre victoria de
»Bitonto.» (1)
«Tal fué, dice Thiers, aquella famosa capitulación O bs e r vacio-
•»de Bailen cuyo nombre, en la infancia, ha resonado nes
-
»tan frecuentemente á nuestros oidos como los de
»Austerlitz y de Jena.» Pocas batallas, efectivamente,
registrará la historia de accidentes tan extraños
y pocas de resultados más decisivos y trascendentales
que la de Bailen. Un ejército formado no hacia un
mes con soldados, sin otra condición militar que la
de haber abandonado sus hogares á impulso de su
patriotismo y del deseo de vengar los ultrajes inferidos
á su Rey y á sus altares y de rechazar la injusta
(4) El entonces mayor general de infantería de aquel ejercito,
D. Pedro Agustín Girón, marqués de las Amarillas.
El P. Maestro Salmón, historiador conciso, pero veraz, de la
guerra de la Independencia, dice á propósito de esto: «¿Quién le ha-
»bia de decir (á Dupont), que ésta habia de ser su desgraciada
»suerte, cuando se lisonjeaba en Madrid ser suficientes 8.000 franceses
para invadir y apoderarse de todas las Andalucías y aun
»del mismo Cádiz? Yo mismo oí decir esta expresión ¡x su primer
nedecan M. de Villoutreys, como el que dentro de dos ó tres meses
»estaria toda la España bajo la dominación de Bonaparte. Pero
»pronto vio su desengaño siendo el mismo Villoutreys quien trajo á
«Madrid y dio al Rey José la infausta nueva de la rendición del
«general Dupont con todo su lucido ejército.»