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caballería de Privé, trasmontando la serie de alturas
que se alzaban sobre su derecha, cargase nuestra
extrema izquierda. Los dragones y coraceros se pusieron
inmediatamente en marcha y, aunque teniendo
que hacerlo en tiradores para salvar un terreno
tan fragoso, no tardaron en aparecer por las cumbres,
desde las que dominaban todos el campo de batalla.
Dirigiéndose entonces por el llamado Portillo de la
Dehesa para ganar espacio suficiente por donde envolver
nuestra izquierda, se encontraron con los españoles
que permanecían junto á la Haza-Walona
en acecho de una ocasión en que ofender á los franceses
con la misma eficacia con que lo habian hecho
en el primer ataque. Nuestros dragones, cargados
por los de Privé, tuvieron que acojerse al Cerrajon;
y los zapadores, después de consumir la mayor parte
de sus municiones y cubriéndose con los olivos para
mejor defenderse, se retiraron también á la altura
misma en que habian logrado salvarse los ginetes
cuyo trompeta lanzaba al aire los toques de guerra
más ejecutivos.
Coupigni los oía y no podia menos de comprender
lo apurado de la situación en que debia hallarse
aquel destacamento tan imprudentemente abandonado,
si no establecido, en puesto que, por lo inmediato
al enemigo, habia necesariamente de ser objeto
de su atención. Era preciso correr en auxilio de aquellos
valientes, y convidaba á ello la victoria de
nuestros artilleros sobre las columnas francesas
de ataque, detenidas en su movimiento hacia nuestro
centro; así que, poniéndose al frente de los suizos,
del regimiento de Jaén y de la 4." compañía