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Cuadros* 16 Era,
dia á unos cuantos pasos de la brecha abierta en la
tapia de Santa Engracia. Aun cuando los defensores
habian hecho toda clase de esfuerzos por cerrarla con
sacos á tierra, era tan anchurosa, y el fuego de la
artillería enemiga tan incesante sobre sus ruinas,
que presentaba acceso fácil por todos partes (1). No
tardaron, pues, en coronarla los granaderos y cazadores
que mandaba Robert, quienes seguidos de toda
la columna, empezaron inmediatamente á extenderse
por la huerta para penetrar en el Monasterio ó salir
por su espalda á la plaza de Santa Engracia. No
lo consiguieron, sin embargo, de golpe y sin oposición,
porque, acudiendo allí la tropa y los paisanos
que guarnecían los puestos inmediatos y los que el
de Lazan destacaba desde la nueva batería de la
calle de Santa Engracia, iban conteniendo, aunque
con grandes sacrificios, los progresos que,' no sin
ellos también, hacían los franceses en su ataque.
Pero aumentaba el número de éstos; al coronel Robert
seguía muy de cerca la columna con cuya vanguardia
habia asaltado la brecha, y los batallones rechazados
de la puerta Quemada y el Molino de Aceite,
acudían á sacar fruto de la victoria de sus camaradas.
pues, imposible la resistencia, y los zara-
(•1) «Volaron, dice un manuscrito anotado por el general Pala-
»fox, que no puede decirse cayeron, más de 300 varas de tapias á
»uno y otro lado de la puerta de Santa Engracia En menos de
«media hora hicieron plazas por donde poder entrar impunemente:
»ya no existían aquellas, para ellos terronosas tapias, pues todo
»fué demolido: ya no quedaba más que el pecho desnudo de un
«desconcertado pueblo para resistir á una fuerza infinitamente su-
«perior, combinada y calculada.»—Lazan dice que en la huerta de
Santa Engracia «habian hecho los enemigos horror de brechas.»