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tener en su provincia respectiva intereses que defender
más sagrados aúu que los generales de la nación,
y más recursos, sin salir de ella, para rechazar á los
invasores.
Si aquella fuerza, exigua como era, ofrecía tan
escasa cohesión para una campaña contra los primeros
soldados del mundo, al incorporarse el ejército
de Galicia no podrían menos de hacerse sentir inmediatamente
mayores dificultades, si no es que sacaba
además su repugnante cabeza entre los jefes la discordia;
esa compañera inseparable de las ambiciones
militares. Apenas en Benavente el cuartel general
del ejército de Galicia, comenzaron las querellosas
susceptibilidades en las tropas y las rivalidades de
los jefes. El general Cuesta aspiraba á la dirección
en jefe de los ejércitos reunidos, considerando perniciosa
la pluralidad de mandos y creyendo rebajarse
con imaginar siquiera que pudiera disputárselo su
nuevo colega. El general Blake, herido á su vez con
el orgullo y tenacidad de Cuesta, viéndose á la cabeza
de un ejército que no podia avenirse á considerar
como auxiliar siendo mucho más numeroso que
el castellano, repugnaba sujetarse al rudo y altanero
humor de quien, por otra parte, no veia dispuesto
á atender á sus consejos ni adherirse ásus proyectos.
Una cuestión, al parecer insignificante, habia
hecho entrever desde el principio la falta de armonía
entre los cuarteles generales de los dos ejércitos.
El del general Blake habia obtenido en Villalpando
un alojamiento incómodo á la vez que poco decoroso;
y tal impresión habia causado en el Estado
Mayor del ejército de Galicia, que alguno de sus