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de la artillería de Palafox los contuvo y hubieron de
volverse á su campo burlados en sus dos empresas.
La entrada de Lazan y de los Guardias sirvieron
en Zaragoza á confortar la resolución, ya tomada, de
proseguir la resistencia hasta donde llegasen las
fuerzas de su guarnición y de sus habitantes. La pólvora
era la grande y urgente necesidad del momento.
Se habia hecho una pesquisa por las baterías y
las casas y, aun cuando no arredraba, su falta á los
defensores (1), habia que reconocer la imposibilidad
de resistir mucho tiempo sin municiones. Pero una
vez provistos de ellas el 5, el entusiasmo creció y no
se pensó ya más que en hacer un esfuerzo para arrojar
de la ciudad á los invasores.
No cesaba el bombardeo por parte de las baterías Lefebvre apc-
francesas, sin que esto obstase para que Lefebvre.
desde el punto en que se encargó del mando, tratara
de conseguir por vías pacíficas lo que ya suponía
imposible por la de las armas. El gobernador del
castillo encontró en el foso un pliego en que se intimaba
á los zaragozanos con arrasar la ciudad si no
se rendían; en las orillas del Gallego se comunicó á
Palafox la noticia de haber capitulado Zaragoza, noticia
torpe, oyéndose el fuego que hacían los sitiados;
y junto á San Francisco se representó otra farsa
como las anteriores, fingiendo un destacamento francés
quererse pasar á los nuestros para ocupar, sin
duda, alguna de las baterías nuevas.
Con esto se encendieron más y más los ánimos;
los defensores, exaltados con las frases calurosas de
(1) «Es igual, contestaron algunos; asi pelearemos más con las
"bayonetas »
TOMO II. 27
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al camino
de las inti­
maciones.