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Ebro, y con la elavoracion, aunque no abundante,
que se pudo establecer en algunas boticas y casas
particulares de Zaragoza. Excedió de tres quintales
la elavoracion diaria de pólvora en la ciudad con el
azufre que existia en ella, el salitre que hasta llegó
á extraerse del polvo de las calles, y del carbón que
se fabricó con el cáñamo, tan abundante en aquellas
cercanías.
Estas privaciones y los sacrificios indispensables
para evitarlas ó suplirlas, alteraban los ánimos en
Zaragoza, soliviantándolos contra los que otros más
acalorados tomaban fundada ó injustamente por poltrones
ó traidores. Fueron necesarios un bando y la
imposición de graves penas para evitar colisiones
inminentes entre la tropa y el paisanaje, y se hizo
precisa la prisión de personas muy caracterizadas
para salvarlas, quizás, de un atropello considerándolas
en connivencia con los enemigos. Algunos díscolos
se quejaban de la conducta de los dragones en
las salidas desgraciadas, por lo que, se habian repartido
en las calles y tabernas sendas cuchilladas
de una parte y otra; y el regente de la Audiencia,
el general Cornel y otros personajes, habian sido
puestos á recaudo con grandes precauciones y misterio.
Pero al mismo tiempo que se tomaban estas
medidas, y se castigaba en el coronel Pesino su comportamiento
extraviado en el gobierno de las Cinco
Villas, se dio garrote á dos asesinos, se arrestó á algunos
soldados que se entregaban al merodeo y se
condujo á la cárcel pública á un saserdote que intentaba
en Zaragoza imitar las atrocidades del canónigo
Calvo en Valencia.