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pocos momentos después,'"salió de los olivares y se
presentó en aquel extraño parlamento tan mañosamente
preparado.
Aun cuando sorprendido, Calvo se manifestó sereno
y diestro, ofreciendo trasmitir á la autoridad
militar de Zaragoza las nuevas proposiciones de Lefebvre,
quien, además, le entregó varias de aquellas
proclamas que Napoleón encargaba en todos sus
despachos estampar y repartir profusamente por todos
los pueblos de la Península. Calvo pudo retirarse
á las cuatro de la mañana del 26, y pocas horas
después pasó al campo francés el teniente coronel
1). Emeterio Celedonio Barredo, con un pliego del
marqués de Lazan en que se rechazaban enérgicamente
las proposiciones del general francés, dirigidas,
en resumen, á que se permitiera la entrada de
sus tropas en Zaragoza, donde prometía aquel restablecer
la tranquilidad y hacer respetar las personas,
religión y haciendas de sus moradores.
Verdier en ei En aquella misma tarde llegó el general Verdier '
campo de con unos 3.000 infantes y varias piezas de artílle­
los sitiado- rf a
res
procedentes de Vitoria y Tudela, y, como más
antiguo que Lefebvre, tomó el mando de todo el ejército
sitiador (1).
Torrero. Apenas reconocida la plaza el 27, el geueral Verdier
fijó para el dia siguiente el ataque á Torrero,
(4) Belmas dice que ascendía á IO.OOO hombres Napoleón, en
su correspondencia, evalúa en 14.000 hombres la fuerza sitiadora.
El dia 2o decia al mariscal Bessiéres: «En este momento hay 14.000
hombres en Zaragoza;» y á Savary: «Hay un verdadero ejército
francés en Zaragoza.» Cuantos destacamentos llegaban á Bayona,
los portugueses acantonados en lo frontera, y hasta los guardias
nacionales que la guarnecían, eran dirigidos a Zaragoza.