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cendio, natural consecuencia de defenderse en sus
casas y calles.
Hállase Cabezón situada á la falda de un lomo
empinado y áspero cuyo pié va lamiendo el Pisuerga
que, unido al Arlanzon desde Torquemada y al
Carrion desde Dueñas, corre ya por allí anchuroso y
profundo. Atraviesa por entre las casas la carretera
de Valladolid á Burgos, la cual, salvando el Pisuerga
por un puente de piedra, va por algún espacio
junto á la margen derecha hasta que, al pasar á la
inmediación de un antiguo monasterio, llamado de
Palazuelos, distante unos dos kilómetros de la villa,
por seguir una dirección recta y cómoda, se aparta
del tortuoso álbeo del rio, abierto caprichosamente
por las ondulantes descendencias del mencionado
lomo. Esta última circunstancia revela la dominación
de la orilla izquierda, en que éste se levanta,
sobre la derecha que, como casi siempre suele acontecer
en las regiones anchurosas y llanas, sólo aparece
accidentada por la cuenca que las aguas en su
continuo correr y en sus frecuentes avenidas han
ido labrando á su inmediación.
Esta sola advertencia hará comprender al menos
versado en el arte militar, que la defensa del puente
consiste en la ocupación del pueblo y, más aún, en
la de ese lomo montuoso y áspero que lo domina, á
la vez que el curso todo del Pisuerga, en el espacio
necesario al enemigo para desplegar fuerzas que
preparen y protejan el paso, siempre dilatado y lento,
de aquel desfiladero artificial, paso único en largo
trecho por donde un ejército pueda trasladarse á
Valladolid. Con solo interceptar el puente y, mucho