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ia recibido de Carlos IV y de Fernando VII, y las
seguridades de su hermano; confiando, además, en
que su tacto y carácter conciliador acabarian por
calmar la agitación en que se hallaba su nuevo
reino.
Siga su camino en esa confianza y en esas ilusiones
que pronto verá desvanecidas: nosotros vamos á
trasladarnos á los ejércitos encargados de franqueárselo
y hacer brillante y glorioso su tránsito á la capital
de España.
Ejércitosespa- Dejamos al general Cuesta en Benavente reorgañoies.
De nizando el pequeño ejército vencido en Cabezón.
La derrota anterior, la idea general de que nuestros
voluntarios, soldados del dia que el patriotismo
arrancara á las labores del campo ó de la industria,
no sabrían resistir la fuerza y la pericia de sus enemigos,
y el anhelo, constante en los españoles, de
limitar su defensa á la de cada provincia por sí misma,
colocaban al veterano general en una situación
sumamente crítica.
Deseoso de recuperar la capital del distrito de su
mando, quería mantener el campo en comarcas próximas
á ella; pero no encontraba medios para hacerlo
con algunas, siquier fuesen ligeras, probabilidades
de éxito.
Por más que se afanase en reclutar gente llamando
á las filas los licenciados que residían en la
provincia y organizando con ellos los dispersos de
Cabezón y los voluntarios que de todas las partes de
Castilla acudían á su llamamiento, algunos cuerpos
á cuya instrucción se dedicaba simultáneamente,
nunca los que llegara á reunir bastarían para con-