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nazaba un rompimiento sériu, tal fué el disgusto
que produjo en Castaños; pero Chabert y Marescot,
llevando aparte á sus compatriotas, les hicieron
comprender el giro que por necesidad habian tomado
las negociaciones con la sorpresa del pliego del
duque de Róbigo, y consiguieron se resignaran á la
suerte que en ellas se deparaba á su división.
Ya después no surgió ninguna otra dificultad y
pudo al poco tiempo convenirse en la capitulación,
tan lentamente negociada por su misma gravedad y
trascendencia, por la extraña posición de los dos
ejércitos, y por el deseo natural en los jefes franceses
de procurarse, dilatándola, alguna esperanza ó
cambio de fortuna.
Esas mismas razones lo eran para que el general
Castaños deseara apresurar el fin de una negociación
que tan grandes resultados debia proporcionar
al país y tanta gloria al ejército de su mando. La capitulación
fué inmediatamente comunicada al gene
ral Dupont que la aprobó, y el dia 22 fué firmada
por el general Chabert, investido para el efecto, de
plenos poderes, y por el general Marescot como
testigo (1).
Las tropas de Dupont quedaban prisioneras de
guerra; y de las de Vedel y de las demás que no se
encontraban en el caso de aquellas, se decia que
evacuarían la Andulucía. Unas y otras debían trasladarse
á Rota para embarcarse allí en buques con
tripulación española y ser conducidas al puerto de
Rochefort en Francia.
(4j Véase el apéndice núm. 16.