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Anunciada al anochecer por medio de las campanas
la entrada de los franceses en el pueblo, las ventanas
y los terrados de las casas empezaron á vomitar
fuego, piedras, líquidos hirvientes y hasta muebles
que, matando á algunos de los primeros que penetraban,
impusieron á los demás para no empeñarse
en aquel tránsito que era en vano querer despejar
de los obstáculos que en él se habian preparado.
Schwartz, comprendiendo que antes de desembarazar
el paso se veria acosado por todos los que
de tan cerca le seguían, dividió sus tropas en dos
cuerpos que se corrieron por las afueras de Esperraguera,
flanqueando por ambos lados de la población,
con lo que en pocos minutos logró ganar de nuevo
la carretera sin las graves pérdidas que de otro modo
hubiera experimentado.
Sin embargo, su posición se iba haciendo cada
vez más crítica, y hubiera sido inevitable la pérdida
total de su columna y su prisión misma, si en
Martorell y en los demás pueblos del camino hasta
Molins de Rey los habitantes hubieran obrado de la
manera enérgica que los de Esparraguera. Pero sólo
al cruzar la riera de Abrera volvió la columna francesa
á verse de nuevo en un peligro inminente. Los
catalanes habian preparado con fogatas el hundimiento
del puente para cuando debieran pasarlo las
tropas y la artillería que llevaba Schwartz: y, efectivamente,
al agolparse á él los franceses con la ansiedad
y apresuramiento de quienes fundaban su
única esperanza en poner aquel desfiladero entre
ellos y los enemigos que tan encarnizadamente los
perseguían, cayó el puente debilitado por el fuego,