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fastuosidades y boato como España con un acompañamiento
que á la brillantez uniese la fuerza.
Napoleón lo sabia muy bien, é hizo que acompañara
á su hermano y á su numeroso séquito una división
escogida de tropas veteranas, compuesta del 15.° de
línea y de los 2.°, 4.°, y 12.° regimientos de infantería
ligera con algunos lanceros polacos y un regimiento
de caballería, soberbio, dice Thiers, levantado
por Murat en el país de su señorío y título.
También quiso Napoleón acompañar á José hasta
su nuevo feudo, que no de otro modo debia llamarse,
en el que le vio penetrar la tarde del 9 de Julio escoltado
por los soldados de la Francia y en medio de
más de cien carruajes que contenían la junta, el gobierno
y los personajes de su corte y séquito.
En aquel instante solemne ¿pensaría el Grande
hombre haber concluido su obra? -No lo creemos. Su
vista de águila no dejaría de percibir las nubes oscuras
que se cernían sobre la Península reflejando la
devastación y la sangre que consumía y regaba sus
montes y llanuras: su inmenso talento y, sobre todo,
su conciencia, no dejarían de hacerle presentir alguna
parte siquiera de las desgracias que su ambición
y soberbia iban á acarrearle.
En cuanto á José, creyendo, por lo que le decían
Napoleón y los cortesanos, que su entrada en España
seria la señal de la paz y de la concordia, cruzó el
Bidasoa lleno de confianza en un porvenir risueño y
lisonjero. Sacrificaba la tranquilidad y los goces de
que habia disfrutado en el trono de Ñapóles por las
esperanzas que le infundían varios de los españoles
de su séquito, las cartas de reconocimiento que ha-