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a Napoleón el objeto de sacar tropas españolas de
la Península, no puede negarse que le interesaba
aún más el realizar una parte de sus proyectos de
Egipto y dominar, de todos modos, en aquella importantísima
comunicación de los dos mares. El envió
de Ingenieros á la costa africana y las amenazas
al emperador de Marruecos indican, con su urgencia
y por su forma, que aquel pensamiento no era una
estratagema, sino real, meditado y casi maduro en la
mente de Napoleón.
Pero aún más que estos proyectos, le preocupaba
el de restablecer en lo posible nuestra fuerza marítima,
para así aumentar la suya y equilibrarla, al menos,
con la inglesa en alguno de los mares interiores
de Europa, sobre todo en el Mediterráneo. Excita
admiración el leer las infinitas órdenes que dio con
tal objeto, y parece imposible un estudio tan concienzudo
y detallado de nuestros recursos navales y
del modo de aumentarlos en imaginación tan distraída
como debia hallarse la del emperador de los
franceses con sus múltiples y vastos designios. Cartagena
y Ferrol, donde aún flotaban muchos buques
de guerra en estado de utilizarse con poco dispendio,
eran objeto de sus pensamientos y trabajos más asiduos;
pero Cádiz era el predilecto, el que ejercía
sobre Napoleón una atracción irresistible. No tardó
mucho'en comprender que, por lo mismo, era el
puerto que más vigilaban los ingleses y que no podría
utilizarlo para las expediciones, de que tanto se
cuidaba, á las colonias; mas no por eso dejó de instar
un dia y otro por su ocupación, encargando, al mis -
mo tiempo, buscar en los puertos más olvidados qui-