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tracción de los ediñcios y establecimientos que habían
ocupado. Cada dia, al perder alguno de ellos,
arrojados los franceses por nuestros compatriotas
más y más enardecidos en su resistencia, dejaban el
fuego que habia de consumirlo, y no habia después
más que observar las huellas del incendio en la zona
ocupada el 4 de Agosto por los franceses para reconocer
su vencimiento y su despecho. Las noticias que
recibían de la retirada de todos los ejércitos hacia la
frontera, les hacia presumir que no tardarían ellos en
emprenderla; y, bien con la idea de facilitarse la entrada
en Zaragoza si volvían luego á sitiarla, ó ya
para vengarse de la humillación que sufrían, fueron
quemando y destruyendo cuanto se veían obligados
á abandonar, con excepción de lo que pudieron trasportar,
dinero, ropas, alhajas que ocuparon en sus
mochilas el lugar del vestuario.
La violencia progresiva del bombardeo, chocando
con la marcha retrógrada de los que lo ejecutaban,
indicaba á los sitiados la proximidad del levantamiento
del sitio, esperado con ansia indecible por
los zaragozanos. No experimentaban desde la entrada
de Palafox la penuria anterior que en los últimos
dias amenazaba convertirse en hambre: los molinos
habian vuelto á su antiguo é incesante movimiento,
y los víveres entraban con regularidad y
abundancia; pero toda la zona combatida de cerca se
hallaba desierta de sus habituales moradores que vagaban
por la ciudad, llenaban las casas más seguras
ó los templos, y hasta impedían las operaciones de la
defensa en el Arrabal. El dia 12 se descubrió desde
la Torre Nueva la marcha de una fuerte columna que