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esistencia por unos pocos patriotas más acalorados
que la mayoría de los allí reunidos, que se retiró
precipitadamente, sólo sirvió para que la población
fuese entregada á los ultrajes de los vencedores, al
saqueo y, poco después, al incendio. Aun así, la caballería
de Lasalle tuvo tiempo de acuchillar á los
que, sin esperanza ya de éxito, hubieron de abandonar
por fin aquel teatro de sangre y desolación.
Al dia siguiente, Lasalle continuó su marcha á
Falencia, á cuyas puertas le esperaba el Obispo para
suplicarle no tratase la ciudad con rigor. Los sublevados
que desde el dia de su alzamiento habían
estado instruyéndose bajo la dirección del anciano
general D. Diego Tordesillas, elegido para jefe
suyo, no se consideraron bastante fuertes para resistir
á los franceses y, al aproximarse estos, emprendieron
la retirada por el camino de León con el
objeto de torcer después á Valladolid. Unidos allí á
las tropas de Cuesta, pensaban ofrecer alguna mayor
utilidad que la que habían prestado los paisanos
de Torquemada, en cuyo escarmiento recibían ellos
una lección severa pero saludable. Lasalle, sin pretexto
para dar otra á los palentinos, accedió á las
súplicas del prelado, con el que entró en la ciudad,
satisfaciéndose con imponer al vecindario una fuerte
contribución, recoger armas y acopiar buena cantidad
de raciones. En esta operación y esperando
refuerzos que le dirigía Bessiéres, permaneció Lasalle
hasta el 10, en que, ya en Dueñas, llegaron á alcanzarle
aquellos y la división que traía de Reinosa
el general Merle. A la cabeza entonces de un cuerpo
de 8.000 infantes y cerca de 1.000 caballos y 12