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metida fué terrible, como dada por la caballería francesa,
siempre decidida, cargando siempre á fondo.
Nuestros infantes la resistieron bizarramente y aun
cuando tuvieron que retirarse ante los dragones que
sin descanso y con una repetición cada vez más encarnizada
los impelían y martillaban, no fué sino
después de graves pérdidas en oficiales y tropa, vengadas
largamente con las no menos importantes de
sus enemigos. Contribuyó á este resultado una sección
de artillería, mandada, dice un oficial de órdenes-militares,
por el bizarrísimo capitán Jiménez
que ya habia hechos prodigios de valor y de acierto
hacia el centro de la línea y que entonces logró también
contener á los dragones, con lo que el combate
tomó ese carácter de frialdad que revela la impotencia,
y las tropas de uno y otro bando volvieron
á sus antiguas posiciones. Si los franceses aparecían
abrumados de calor y de cansancio, nuestros infantes
se hallaban ya incapacitados de operar, y sólo
la energía de los jefes y el entusiasmo de todos lograban
mantenerlos en la línea, sin desbandarse á
buscar el agua de que carecían completamente y la
sombra con que les brindaban los árboles vecinos.
Los episodios que acabamos de referir, se habian
representado sucesivamente, según la situación de
los Cuerpos y la actitud de los enemigos que tenían
á su frente. Esta falta de simultaneidad habia ofrecido
á los franceses tiempo para valerse de la superioridad
de su caballería, la cual llevó el peso todo
de ellos, pues los batallones franceses, tras el fracaso
de su marcha de frente, no habian quedado en estado
de pelear con energía. No por eso habian des-