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caminos que los de las armas, como para dar una
prueba más de su conducta hipócrita y meticulosa
en la empresa de la sumisión de España. Los Notables
que desde el viaje de nuestros monarcas permanecían
en Bayona y los que voluntaria ó forzosamente
habian ya llegado, recibieron la orden de
firmar una proclama manifestando á los aragoneses
los males y desastres que con su obstinación iban á
acarrear sobre su país y sobre toda España, la conveniencia
de que desistiesen de sus ideas y se restituyeran
á su deber, y la importancia, por fin, de
que enviasen á Bayona, como las demás provincias,
diputados instruidos de sus males y necesidades.
Esta proclama, la misma á que nos referimos al
principiar la reseña de la campaña de Aragón, fué
llevada á Tudela por tres de los firmantes encargados
de apoyarla con su palabra, quienes, después
de experimentar desaires crueles y de correr peligros
no pequeños, tuvieron que volver á Bayona
sin conseguir su objeto. Resultado semejante obtenían
los ofrecimientos de grandes posiciones hechas
á nuestros generales. Cuesta se habia negado á
aceptar el vireinato de Méjico; Castaños y Solano,
por más que Napoleón anunciase á Talleyrand que
se habian portado muy bien al entrar Dupont en Sevilla
(1), no podían contestar, muerto éste en Cádiz
y engolfado el futuro duque de Bailen en la obra de
la sublevación de Andalucía, y las demás personas,
á quienes á la vez se habia querido atraer, huian ó
se ocultaban en el momento en que descubrían ocasión
ú hora oportunas.
(4) Despacho núra. 14.073, de 9 de Junio de 4808.