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Resolución
y á los cuales dio libertad al poco tiempo Lefebvre,
diciéndoles que anunciasen su próxima entrada en
Zaragoza. Los demás y, con ellos, Palafox fueron llegando
á la ciudad en el espacio de toda la noche;
prosiguiendo á Alcañiz y otros puntos los que, procedentes
de ellos al tiempo del alzamiento, desesperaban
de su causa después de las tres derrotas
que en pocos dias acababan de experimentar (1).
No así los zaragozanos, en quienes la impresión
heroica de ^ j Q g primeros' momentos que sucedieron á la lie—
sano? g a
d a
de los fugitivos, dolorosa y desconsoladora
cual no podia menos de ser ante el espectáculo de
tantas desgracias y miserias como iban presenciando,
no logró abatir un punto el espíritu jactancioso
y denodado que los distingue. Los mismos vencidos
de Alagon, al contar el desastre que tan mal parados
los llevaba, anunciaban la posibilidad de resistir allí
donde no fuesen de temer las hábiles maniobras de
los franceses, y se mostraban ansiosos por pelear de
nuevo con ellos, confiando, por la experiencia de
aquel dia, en que, con alguna mayor insistencia y
no temiendo por su retirada, aún podrían salir vencedores
en otro combate. Al silencio sepulcral que
reinaba en la ciudad, custodiada el 14 por ancianos
decrépitos en cuyas manos parecían no poderse ya
sostener las espadas y chuzos de que se habian armado
como para recordar á sus hijos el antiguo va-
(I) Los dragones del Rey y el batallón de Casaus, creyendo
muerto á Palafox que, al ser herido, cayó del caballo, manifestaron
el propósito de retirarse á Valencia, impidiéndolo el entonces
capitán D. Francisco Bellido, presente á la batalla con los voluntarios
de Aragón.