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una campaña que no se presentaba todo lo fácil que
dias antes presumía el general francés. Por el contrario,
la fama de las riquezas que debían atesorar
Sevilla y Cádiz le hubiera aguijoneado para continuar
la marcha si en el alma de Dupont prevaleciese la
avaricia á todo otro sentimiento militar, generoso y
grande. Para apreciar las operaciones de la guerra
es necesario fundarse en causas y en razones militares
ó políticas: el patriotismo y el amor de la gloria
que inspiran, la responsabilidad inmensa que aquellas
llevan consigo, la ambición y el deseo de brillar
en esfera tan elevada como la de un general en jefe,
son superiores con mucho al aliciente de un botin,
siempre bastardo y siempre denigrante, mucho más
para los que deben aspirar á la inmortalidad y, cuando
menos, á la admiración y al respeto de los contemporáneos.
Dupont, en quien es necesario reconocer
dotes no vulgares para la guerra, hombre orgulloso
con sus anteriores servicios, sabiendo que se
acercaba á la meta donde empuñaría el bastón de
mariscal, y á quien la idea de salvar la escuadra de
Rosily debia preocupar con el peso de un encargo
que era el más importante que se le confiara, no
debe ser acusado de pensamientos tan ruines ni de
conducta tan miserable. Otras debían ser las causas
verdaderas de que suspendiese su marcha en momentos
tan críticos.
Ya hemos dicho que á su llegada á Andújar el
general Dupont advertido del alzamiento de Andalucía
y de que las tropas del campo de San Roque
se organizaban y cubrían sus bajas para sustentarlo,
habia manifestado al duque de Berg, con los