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caso habian de oponérsele, se hallasen divididos ignorando
cuál de las dos direcciones se resolvería á
adoptar el mariscal. Dicidióse, pues, y en nuestro
concepto, muy acertadamente, por la de Játiva y
Almansa.
Fijado el proyecto, la ejecución fué todo lo pronta
y hábil que era de esperar de un hombre tan experimentado
como el mariscal Moncey. La noche
misma del 28 recogió los heridos de la jornada, los
estableció en las ambulancias y carros que pudo
procurarse en las cercanías de Valencia y, después
de algunas evoluciones dirigidas á desorientar á los
vigías de la ciudad, se encaminó á las nueve de la
mañana sobre Torrente, pueblo inmediato, situado
entre las dos carreteras de Madrid, donde campó la
noche del 29 al 30.
Los valencianos, afanados en la obra de fortificarse,
no conocieron hasta muy tarde la verdadera
dirección de los franceses, engañado el vigía del
Miguelete con las marchas y contramarchas con que
Moncey inició la retirada. Sabida ya ésta, salieron
de la ciudad varios; destacamentos con el encargo de
picar la retaguardia del ejército contrario, quienes se
ocuparon en prender á algunos de los enemigos cuyo
estado de embriaguez no les permitía seguir el
movimiento de sus camaradas (1). Por desgracia, la
defensa de uno de aquellos miserables, á quien intentaban
matar los de la Huerta, costó la vida al ca-
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