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cuentro, acababan de alcanzar sobre dos batallones
de milicias que encontraron, puede decirse que desprevenidos,
en su camino. Los coraceros, impotentes
ante la línea de columnas desplegada á su frente
y no viéndose sostenidos en su carga por la infantería
de su división, volvieron grupas y hubieran experimentado,
además de las pérdidas considerables
que les acababan de causar los Walonas, una derrota
completa, si las vacilaciones del brigadier
Manso que mandaba nuestra caballería del ala izquierda
no los hubieran permitido retroceder á su
línea con algún desahogo. Sin embargo, no fué éste
completo, pues algunos escuadrones de nuestra derecha
que salieron en pos de ellos, no sólo los cargaron
ya cerca de la línea francesa, sino que consiguieron
introducir algún desorden en ella.
En estos momentos, una bala que Thiers dice haber
salido del fusil de un guerrillero oculto en las
matas del campo, y cuya verdadera procedencia es
muy difícil averiguar cuando salían á millares de la
línea española, hirió de muerte al general Gobert,
colocado, como es natural, ante ella para observarla.
Los franceses comenzaron á vacilar á la vista de una
que para su ejército era verdadera y trascendental
catástrofe, y el general Dufour que tomó el mando,
abrumado por tal desgracia, ante demostración tan
enérgica como la que acababan de hacer los españoles,
y observando las evoluciones que empezaban á
ejecutar sobre sus flancos, ordenó la retirada. Ejecutáronla
sus soldados por escalones y en orden, hasta
el cerro de la Harina, ya cerca de Bailen y posición
excelente donde formó de nuevo en batalla para de-