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ches apenas templan el ardor sofocante de la atmósfera;
y el polvo del camino, levantado por los carros
y el movimiento de tanto infante y caballo concentrados
en previsión de un combate, debia hacerla
penosa y pausada. Si á eso se añade el estado moral
de un ejército burlado en sus esperanzas más halagüeñas
de gloria y prosperidad, acometido del ansia
melancólica que en él producía la retirada de Córdoba
y diezmado por las enfermedades, el calor y el
trabajo, se comprenderá fácilmente que no hay exageración
en las relaciones francesas que lo pintan
silencioso, triste y abatido en aquellos instantes de
prueba terrible.
Aun así, á las dos de la mañana avistaba la vanguardia
el rocoso lecho del Rumblar; pocos momentos
después lo cruzaba por el puente, y en la suave
cuesta, bordada de matorrales, que conduce al desfiladero
de entre el Cerrajon y los Zuinacares, empezaba
á arrollar las avanzadas españolas con el fuego
y el ímpetu genial de sus cazadores.
Choque de las No impidió el escucharlo la agitación consiguiena\anzadas.
^ e a[ toque de diana y á los preparativos de la marcha
en el campamento español, y Reding y Coupigni.
que se encontraban conferenciando con sus mayoresgenerales
en una almazara próxima al camino, dictaron
las instrucciones más apremiantes para poner
en orden sus tropas y recibir al enemigo.
Este, que no creia encontrar en Bailen más que alguna
partida enemiga, cual se lo hacia suponer el reconocimiento
del dia anterior en las orillas del Rumblar,
continuaba^avanzandoy atropellandolas descubiertas
y grandes guardias apostadas en el camino.