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parte la reunión de las tropas que se estaban levantando
é instruyendo en derredor de Belchite, para
atacar á los enemigos en la primera ocasión favorable.
p]l de Lazan marchó en la mañana del 17, la
misma en que habian llegado los pliegos á Belchite,
y al dia siguiente aparecía en Zaragoza y tomaba el
mando de manos del teniente-rey entre los aplausos
y aclamaciones de los habitantes.
En Zaragoza, ya lo hemos dicho, reinaba el ma- Defensas de
yor entusiasmo. Habia aumentado el número de los Zaragoza,
defensores con el triunfo del dia 15, y se procuraba
darles alguna mejor organización para la resistencia.
El nombramiento de jefes en los puntos atacados
y en los que se suponía podrían serlo en otro asalto,
la designación de fuerzas para cada uno y la del
servicio diario en todos ellos, constituían un orden
del que se estaba anteriormente muy lejos, debido
en parte al celo de Bustamante y, más que todo, á la
actividad y á la energía de Calvo de Rozas, infatigable
en la obra de dar consistencia á la revolución,
y fuerza á la defensa. Se habia renovado el armamento
roto ó perdido en el combate; se habia provisto
al establecimiento de talleres para la elaboración
de cartuchos y de proyectiles de todos calibres;
se trabajaba en oponer obstáculos al enemigo en las
puertas y calles más amenazadas; y con la tala de
las alamedas inmediatas se intentaba mantener á
distancia la caballería enemiga. Todo, sin embargo,
adolecia de la falta de una dirección sola y entendida,
pues ni Bustamante, ni Calvo, ni sus delegados,
aun contándose entre ellos San Genis, libre ya,