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los de Austria que con el nieto de Luis XIV? No tardó
en poderla hacer con toda conciencia el hermano
de Napoleón.
Efectivamente; como el vencedor de Almenara en
1710, el de Rioseco encontró en 1808 libre de enemigos
el camino de Madrid; pero desierto y silencioso
el de Burgos, como aquel el de Zaragoza desde que
pisó la tierra castellana. En las poblaciones de alguna
importancia salían las autoridades á recibirle y
le saludaban con discursos que bien permitían descubrir
la fuerza que los inspiraba: en el campo, sólo
veia rostros descontentos ó enojados, cuando no la
expresión irónica del mal efecto que producían los
conceptos torpemente dichos por quien, conociendo
la lengua italiana, creía poder usar con toda libertad
de ia nuestra.
El dia 16 llego á Burgos alborozado con la noticia
de lo sucedido en Rioseco; el 18 pasó á Aranda;
el 19 á Buitrago, y descansaba el 20 en Chamartin
para hacer antes de anochecer su entrada en la corte.
No fué en verdad muy lisonjera, pues que en el
silencio general que reinaba en las calles, casi desiertas
de españoles, interrumpido tan sólo por el
rumor natural del numeroso y lucido séquito que
llevaba el Rey y el tañer de las campanas, algunas
de las que doblaban lúgubremente, aún llegó á herir
el aire el grito de «¡viva Fernando VII!», produciendo
no poca inquietud y enojo sumo en los franceses.
El recibimiento oficial fué méuos desabrido. Voluntariamente
ó por temor, fueron uno tras de otro á
cumplimentar á José los jefes de palacio y los grandes
de España, títulos y personas notables que re-