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En iragoo. C o n i a s primeras órdenes, Napoleón expidió la
de que con las tropas que ocupaban á Pamplona y
algunos cuerpos que se estaban organizando en la
frontera con las compañías de marcha que. desde la
campaña de Prusia, le servían para completar la
fuerza de los regimientos que operaban en el teatro
de la guerra, se formara una división que debería
trasladarse á Zaragoza, para ahogar la naciente sublevación
de ciudad tan importante. Con la entrada
de estas tropas en Zaragoza, se impediría, además,
la agresión ya anunciada de los españoles á los valles
franceses del alto Pirineo, en cuyo departamento
como en los inmediatos, también fronterizos, se
establecieron pequeños cuerpos de observación, compuestos
en su mayoría de guardias nacionales que
se hicieron salir hasta de Burdeos á las órdenes de
los generales Lamartilliere y Ritay, á quienes se
confió además el mando de algunos portugueses,
sacados de su país hacia poco, pero que por precaución
deberían permanecer siempre en segunda línea.
Tan poca importancia daba Napoleón al movimiento
insurreccional de nuestra península, que creia suficientes
para sofocarlo los escasos recursos de que
podia disponer en la frontera; haciendo como un
grande sacrificio con dar la orden para que viniese
á Bayona un batallón de su Guardia de los que
guarnecían á París. Comprendía, sin embargo, la no
fácil tarea que habia impuesto al general Lefebvre,
que era el destinado á sujetar Zaragoza, y escribió á
Murat para que hiciese salir de Madrid una columna
de 3 ó 4.000 hombres con algunos caballos y artillería
que, uniéndose á la que partía de Navarra.