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cansar en Guarroman, á no eximirse del reconocimiento
á Linares y á las confusiones de su espíritu
en el campo ya de batalla, al recibir la orden de no
continuar el combate emprendido contra la ermita
de San Cristóbal.
Esto es en cuanto á los movimientos estratégicos
de la campaña, que no fueron ciertamente compensados
con los preventivos y los tácticos que Dupont
hizo en la batalla de Bailen. Creemos haber disculpado
el del orden en la marcha de la noche del 18.
La preocupación constante de Dupont era la de que
el punto de ataque por los españoles debia ser el de
Andújar: á su frente consideraba el núcleo y mayor
número de los enemigos, y cuantos se hacia sonar
por sus flancos y retaguardia, no eran más que destacamentos
más ó menos numerosos, pero que no tenían
mayores proporciones que las de partidas encaminadas
á engañarle y hacerle abandonar la excelente
posición que habia elegido. Al retirarse, pues,
debia reforzar su retaguardia que muy pronto, era
de esperar, se veria en peligro de ser acometida y
arrollada.
El destacamento que siempre conservaba en el
puente del Rumblar, habia visto la tarde anterior
las avanzadas de Reding y Coupigny; pero, ¿cómo
habia de presumir Dupont que un cuerpo español de
fuerza considerable cometería la temeridad de interponerse
entre las divisiones francesas? Lo que esperaba
Dupont, y no sin probabilidades de acierto, era
que, al llegará Bailen, encontraría la división Vedel
apoyada desde La Carolina por la de Dufour, encargado
de custodiar los pasos de la Sierra. Si algo ne-