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cuchillo su guarnición si no la rendía á las armas
francesas. «Que todos los habitantes y las tropas esataban
determinados á defender Gerona hasta el último
extremo, insiguiendo el ejemplo de la Nación»,
fué la respuesta que la descubierta, dejó al amanecer
del dia siguiente en el mismo punto en que
habia recogido la intimación.
Cumplido éste que Duhesme debia considerar como
primer deber de todo sitiador, según vemos que
lo practicaba en Gerona, dictó sus disposiciones para
el ataque; proponiéndose ejecutarlo contra el castillo
de Monjuich. cuya expugnación mataría todas las
defensas exteriores, y contra el baluarte de San Pedro
y puerta de Francia que, al quedar en su poder,
le permitiría la entrada en la ciudad.
Ya hemos dicho varias veces el estado de abandono
en que se hallaban las fortificaciones de Gerona
en la época de la invasión amistosa de los imperiales,
y manifestamos, al describir el primer sitio,
cómo no habia logrado repararse más que una parte
del recinto, tan reducida que sólo podia bastar para
impedir un golpe de mano en las puertas de la ciudad.
Se habia trabajado después sin descanso, temiendo
uno, como el que vamos á relatar, más serio
y hasta formidable ataque; pero la parvedad del
tiempo que medió y la de los recursos, no pudiendo
disponer de los que encerraban Figueras y Barcelona,
redujeron las obras de reparación á lo puramente
indispensable para una defensa que más debían esperar
los gerundenses de su valor que de sus murallas.
Así es que, desistiendo de extenderla á los puntos
más avanzados de la línea de fuertes que cubren