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Tan desasosegado traían á Lechi las algaradas de
los migueletes en derredor de Barcelona y en tal
alarma y tan continua vivian sus soldados, que, además
de representar á su jefe sobre la situación crítica
en que le habian colocado la distracción de algunas
tropas italianas para el sitio de Gerona, el
desembarco de los regimientos españoles en Tarragona
y el atrevimiento de los catalanes, intentó la
• salida por mar de avisos al Imperio, la de fondos de
su propiedad y aun la de personas que la opinión
pública suponia de todo su afecto. Este intento se
estrelló en la vigilancia de los ingleses que bloquea
ban el puerto, y las comunicaciones que revelaban
los cuidados de Lechi cayeron en poder de nuestros
guarda-costas que las trasmitieron á la junta de Cataluña.
Hasta el de 30.000 hombres hacia Lechi subir
el número de los soldados y voluntarios de quienes
tenia que defender una plaza cuyos habitantes
le eran tan hostiles como los sitiadores, y de quienes
habia que temer, además, el soborno que andaban
ejerciendo sobre sus tropas desde el primer dia de
la ocupación de Barcelona.
Ya hemos dicho cual era la fuerza de nuestros Caldagues se
( compatriotas en el Llobregat, muy inferior, por cierto,
á la que sus recelos hacían ver al general italiano, ,ulid
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y cuáles los proyectos del marqués del Palacio, no
tan ambicioso en ellos, al menos por el momento,
triólas la pérdida de Mongat. Los defensores del monasterio, los
que al verse atacados por tres partes, como dice Lechi, lograron
ron dificultad abandonar el puesto, estaban reducidos á un Padre
Gerónimo que no se resolvió á alejarse de aquel asilo como lo hicieron
los demás hermanos al sentir la llegada délos imperiales.
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