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encuentra el nudo de las comunicaciones de Castilla
con Córdoba y Granada; desde él se observan las
avenidas de Baza, donde se ligan con las de aquella
segunda ciudad, las de Valencia y Murcia por el collado
de las Vertientes, y, campando en él, se vigilan
á distancia conveniente y se pueden interceptar
los pasos del Guadalquivir, sin abandonar por eso,
ni mucho menos, los de la sierra que quedan próximamente
á retaguardia.
El Guadalquivir, además, es vadeable por varios
puntos en todas estaciones, y en la de verano, especialmente,
son innumerables los que ofrecen un tránsito
nunca difícil para las tropas españolas, ágiles,
robustas, libres de todo embarazo y conocedoras,
como es natural, de las condiciones más detalladas
de cada uno de ellos.
Situarse, de consiguiente, en la orilla del Guadalquivir
y, mucho más, á caballo sobre sus aguas,
como hizo Dupont, es dejar sin defensa la casi totalidad
del rio en aquel distrito. La defensa está á retaguardia,
en punto en que, pudiendo acudir al en
que los enemigos intenten atravesar el rio, se logre
cogerles divididos, si lo verifican por distintas partes
á la vez, y, cuando no, sorprenderlos en el paso ú
obligarlos á combatir con un rio caudaloso á la espalda.
En tal concepto, y guiándose por principios que
pasan por axiomas en el arte de la guerra, Dupont
debió plantar sus tiendas en derredor de Bailen, punto
poco distante del Guadalquivir y al que afluyen
así las grandes comunicaciones de Córdoba y Granada
como las secundarias de toda aquella vasta comarca.