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al abastecimiento de municiones de boca y guerra,
con lo que fueron conjurados todos los peligros y
salvada Zaragoza.
Reunidos en Osera los tres generales hermano
á las tropas que habian avanzado de Pina, advertidos
de que aún se conservaba Zaragoza por las detonaciones
de la artillería y los repetidos avisos del
Brigadier Torres, decidieron que el marqués de Lazan
intentase con el batallón de Guardias españolas
la introducción de un pequeño convoy que aliviara
por el pronto la penuria y sostuviese el espíritu en
los defensores. Era preciso burlar la vigilancia que
los franceses ejercian sobre la izquierda del Ebro, no
muy exquisita cuando ellos habian podido evitarla
en su salida de la ciudad, y con ese objeto se trasladó
Lazan á Pastriz, á cuya inmediación debia vadear
el Gallego. La operación era atrevida; pero tan diligente
anduvo el marqués que para cuando corrió á
estorbarla la caballería francesa, que la habia observado
desde Torrero, el batallón de Guardias y los dos
carros de municiones habian vadeado el Gallego y
pocos minutos después se batían con los franceses
en posición ventajosa y apoyados en el Arrabal (1),
«temer las consecuencias espantosas del contagio que debia inde-
»fectiblemente resultar de ella. Todo aragonés que se mostrase en
»la calle estaba expuesto á una muerte casi segura, y el expediente
»á que se recurrió fué al de obligar á penetrar entre los muertos y
»los moribundos á los prisioneros Iranceses, sujetos al extremo de
»una cuerda, quienes levantaban los cuerpos de sus compatriotas y
»los conducían al punto en que debían ser enterrados. El deber
»con que asi cumplían y la piedad de sus compañeros de armas,
»los preservaban en general de todo peligro; y por este medio se
«evitaron, al menos en parte, los deplorables efectos del contagio.»
(4) Dice Lazan en su ((Campaña de verano:» «A la verdad si
»tardo ocho ó diez minutos más en llegar á aquel sitio ^al vado del