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sidian en Madrid, y por fin los consejos, excepto el
de Castilla, de quien después se dijo que esperaba
noticias de Andalucía. El espíritu que dominaba en
aquella antigua corporación, era indudablemente
hostil á la nueva dinastía. Lo habia revelado siempre
aun cediendo á circunstancias superiores, según
ya expusimos, á la energía de los mienbros del consejo;
y ahora que veian éstos la sublevación de las
provincias, la poca eficacia de las armas francesas
para sofocarla y la falta de unión en las nuevas autoridades,
buscaban subterfugios para dilatar, ya
que no impedir abiertamente, la publicación y promulgación
de las providencias con que el intruso
quería asegurar su exaltamiento.
Habian sido necesarias varias y apremiantes órdenes
para que el Consejo autorizase la impresión,
publicación y circulación de ia Constitución de Bayona.
Las del dia 7, el mismo de haberla jurado José,
las del 13 desde Vitoria y del 22 en Madrid ya, no habian
producido efecto alguno, y sólo el 27, después
aún de contestaciones evasivas por parte de aquella
corporación y sumamente agrias por la del gobierno,
habia el nuevo código visto la luz pública en la Gaceta.
El intruso se habia desliedlo enraagní fieos discursos
para convencer al Consejo; aun así, habia tenido que
hacer vigilar las casas de los consejeros cuya mayor
parte, le dijeron, trataba de fugarse de Madrid, y
sólo después de un mensaje amenazador, logró la
publicación que tanto le interesaba. En cuanto al
juramento, todavía pudo evitarlo el Consejo trayendo
sus dilaciones una época en que los acontecimientos
de Andalucía, la preocupación que no podían menos