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el enemigo ofrecería un peligro muy serio para la
línea de batalla. La de los españoles, sorprendidos,
puede decirse, al levantar el campo, hubo de exteuderse
en un lomo muy suave que á la salida de Bailen
atraviesa la carretera, último ramal del cerro
Valentín que se une á la derecha con el Zumacar
grande y con las alturas del anfiteatro superior. Allí
habian tenido sus reales aquella noche, y allí formaron
para resistir á los franceses que en el primer
ímpetu lograron situarse entre el Cerrajon y el Zumacar
chico, donde habian de formar después la
mayor parte de sus tropas. Apoyados en ambas
posiciones y á la sombra de un olivar jnmenso
que las cubre, así como las alturas todas de los
flancos, veían perfectamente á los españoles que
presentaban sus batallones á descubierto en un terreno
despejado, en el cual y en la cañada divisoria
de los dos campos, no existia más accidente que
una noria que iba á ser después de la batalla el único
consuelo de los franceses en aquel dia abrasador y
de sangre.
Trabajo ímprobo seria el de apuntar de una manera
clara y perceptible los pormenores topográficos
de aquel campo. Ei plano concienzudamente levantado
por el Estado Mayor, los revela todos, y con
tal claridad, que nos evita una descripción más lata
que la de aquellos accidentes principales que forman
la que bien puede llamarse fisonomía del país,
y que por lo mismo hemos creído deber presentar á
nuestros lectores. Los accidentes del terreno de ninguna
mauera se representan mejor que gráficamente;
pero exigen los más importantes alguna expli-