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hacia Valladolid y Paiencia, donde habría de encontrarse
al enemigo.
Detengámonos un momento á considerar el estado
de aquellos ejércitos, reunidos ya materialmente
pero más separados en el sentido moral que dias antes,
el plan de operaciones que iban á ejecutar y las
esperanzas de éxito á que debían entregarse los caudillos
que los regían.
El ejército de Castilla se habia reforzado, según Estado de
anteriormente dijimos, con tropas de Asturias y de aquellos
León. Eran éstas escasas en número y como proce-
dentes de provincias, en cada una de las cuales imperaba
una junta que se resistía á depender de otra
y se daba acaso el título de suprema, se consideraban,
más que parte componente del ejército, auxiliares
que no debían reconocer la autoridad del general,
sino como delegada por las corporaciones que las
habian destinado allí. En 6.000 infantes y 560 caballos
á que se habia logrado elevar la fuerza del ejército,
sólo se contaban 2.100 castellanos que, sin embargo,
se hacían suponer la base y el núcleo de las
tropas, por operarse en su país; 2.400 eran leoneses
que. con unirse á Cuesta, buscaban el modo de cubrir
su capital, y 1.500 asturianos que sólo á fuerza
de instancias y como por conmiseración habia hecho
descender de la cordillera la junta del Principado,
más cuidadosa de resguardarlo desde ella que de ayudar
á sus compatriotas de las llanuras de Castilla.
Inútil buscar fuerza donde falta homogeneidad, y
aun cuando oficiales y soldados estuviesen animados
de un mismo sentimiento general, el de repeler
la dominación extranjera, cada uno de ellos creia
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