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en los pueblos conquistados, desde que ésta era la
única libertad que se les concedía para que olvidaran
la á que voluntariamente habian renunciado en
manos de su magnífico y deslumbrador soberano;
pero de seguro que no habia de ser impunemente,
sin represalias de tal magnitud, de índole tan ruda
que sirviesen, ya que no de escarmiento, de memoria
imperecedera entre sus enemigos. Repugna á
nuestra humanidad la narración de las venganzas
que produjeron el saqueo y las violaciones de Córdoba;
mas, como venganzas, reconocen una causa;
y en esta ocasión es necesario no tener sangre española
en las venas para no ver en la conducta de los
andaluces la justicia que no de otro modo se pudieran
hacer. Hubiéranse portado como los republicanos
de 1794 y, como entonces, los españoles hubieran
respondido al fuego de los enemigos con el fuede
sus soldados y voluntarios, mas sin la rabia, sin
el frenético espíritu de cruel venganza que les inspiraba
el desenfreno de los imperiales. Algunos escritores
de nuestra nación han tratado de debilitar
la relación de los actos de crueldad ejecutados por
los españoles contra los soldados de Dupont: creemos,
como ellos, que los historiadores franceses han exagerado,
y no poco, el número y la índole de aquellas
represalias; pero éstos no merecen refutación
hasta que prueben lo que algunos han intentado,
aunque vanamente, que el comportamiento de sus
compatriotas en Córdoba fué noble, humano y ajustado
á las leyes de la guerra (IV Esta manera de ar-
(I) A pesar de no haberlo sido, los enfermos y heridos qu«