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veses los hizo más previsores y prudentes. Es verdad
que, al marchar por Cuenca, contaba Moncey con que
se daria la mano con la división Chabran que desde
Tortosa debia seguir el camino del litoral hasta reunirse
á él en las puertas de Valencia; pero, aun
siendo así, los 4.000 soldados que acudían del Principado
ni podían apoyarle en todo el trascurso de la
marcha ni, por su número y posición, servirle de reserva
en un trance desgraciado.
Moncey salió de Madrid el 4 de Junio y por Aranjuez
y Tarancon se trasladó á Cuenca, en cuyo recinto
alojó sus tropas en la tarde del 11 del mismo
mes. Si tanta tardanza podía disculparse con el empeño
que demostraba el mariscal francés en llevar
sus soldados reunidos y en un estado de severa disciplina
que las poblaciones del tránsito nunca le
agradecerán bastante, por ser, realmente, empeño
ageno á los demás generales franceses, no la estancia
en Cuenca, donde Moncey permaneció hasta el 18,
en cuya madrugada continuó en dirección de los
puentes del Cabriel.
Instábale Murat para que apresurase la marcha y
aun le envió oficiales, entre ellos el general Excelmans
que debia tomar el mando de la vanguardia,
que hiciesen comprender á Moncey la conveniencia
de imprimir á las operaciones mayor actividad y más
energía. Pero desde su salida de Madrid habia ido el
mariscal francés observando á cada paso mayor retraimiento
en los pueblos; los soldados españoles,
destinados á acompañarle y que no habían desertado
el dia anterior al de la marcha, se fugaban con
sus jefes hacia Almansa, y hasta aquellos oficiales