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desde las encrucijadas todas de las calles que desembocan
á los puntos invadidos, apareció, como enviada
por el cielo, la fuerza que regia el mayor Marcó
del Pont en las alturas de San Gregorio junto al
arrabal. Con esa fuerza que se componía de unos pocos
voluntarios de Cataluña, se presentó también un
número considerable de paisanos que conducían á
brazo una pieza de batallón. Este refuerzo, aun subdividido
en tantas fracciones como puntos eran los
atacados y en peligro, reanimó á los defensores que,
ayudados de todo el vecindario inmediato al campo
de batalla, tomó á su vez la ofensiva con el mayor
entusiasmo. El Portillo y el cuartel de caballería
fueron recuperados; el 70 de línea, que ya iba tomando
posiciones hacia el interior, tuvo que abandonarlas
y evacuar inmediatamente después la puerta
del Carmen, y los lanceros polacos, acribillados
desde las galerías de Santa Engracia, envueltos y
acosados de cerca por los paisanos de Renovales, tuvieron
que acogerse al abrigado olivar de los Capuchinos.
Toda la línea francesa retrocedió jasi á la
vez y, 110 considerándose á salvo en las posiciones de
que habían partido las columnas en sus repetidos
ataques, fatigada ya y sin aliento ante nuestros valientes
que corrían tras ella á completar la victoria,
abandonó toda la llanura occidental de Zaragoza para
acogerse á las alturas de Santa Bárbara, fuera ya
del alcance de los cañones de la ciudad y del castillo.
Las pérdidas del ejército francés consistían en Pérdidas de
700 hombres muertos y 30 prisioneros, en 6 piezas 1100
de artillería que no pudo retirar y varios trofeos mi- ladü
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