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mente en el ánimo de los que, de grado ó por la violencia,
habian penetrado en Marrac. Meted tigres y
panteras, no corderos ni liebres, en la espelunca del
rey de los bosques, y los veréis esconderse, sino ir á
lamerle sus robustas patas. La historia tiene también
su perspectiva y es necesario colocarse en su
punto de vista para comprender los sucesos y comentarlos
con imparcialidad y justicia.
José Bonaparte causó buena impresión en los españoles
que le cumplimentaron en Marrac, así por
su aspecto como con sus palabras. No era hermoso
ni revelaba en sus maneras el genio ni la fuerza de
los héroes; era, por el contrario, dulce y sabia inspirar
confianza, dotes muy apreciables en quienes
pensarían permanecer á su lado si, como era de esperar,
llegaba á consolidarse la dinastía imperial en
los tronos ocupados, usurpados ó no. Para los que
temblaban ante Napoleón seria una ventura el servir
á un monarca afable, prudente y ageno á los arrebatos
homéricos de su hermano.
El reconocimiento de José, fué seguido de una Proclamas de
proclama, la del 8 de junio, en que los Notables pre- los
Notables
sentes en Bayona, en número de 26, manifestaban
su pesar por las sublevaciones que iban teniendo lugar
en España, su convicción de que sólo en el Emperador
debia fiarse la salud de la patria, y sus esperanzas
de que, regidos por José, encontrarían los
españoles la paz y la grandeza cuya pérdida, á consecuencia
de los desaciertos de las administraciones
anteriores, tan amargamente lloraban. Como en todo
manifiesto, en el de 8 de Junio se pintaba con
muy negros colores lo pasado, con muy brillantes el
y d e Jose
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