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ecelos que Le infundía su situación inesperada, la
necesidad de refuerzos para continuar la marcha. La
acción de Alcolea le habia demostrado una cosa que
ya él presumía; que los paisanos, por grande que
fuera el número en que se presentaran, DO sabrían
resistir el ímpetu de sus soldados; pero, al mismo
tiempo, la resistencia que habian opuesto y el continente
firme que en todo el curso del combate presentaron
los soldados provinciales y de Campo Mayor,
le harían prever que el ejército de Castaños,
compuesto de tropas veteranas, en una posición campal
ó en los muros y calles de una población, era,
no sólo suficiente, sino sobrado para contrarestar al
que él mandaba. Tenia que recorrer todavía una distancia
muy considerable, y á dos ó tres combates
como el del dia anterior se veria precisado á detenerse,
más comprometido cada vez en un país que
ya se le manifestaba unánimemente hostil, y, cuando
no, llegaría sin fuerzas y abrumado con tanta
contrariedad, al frente de una plaza de guerra formidable,
bien abastecida, apoyada por la escuadra
inglesa y, quizás, por un cuerpo de desembarco. No
debia conocer Dupont la catástrofe de Solano, ni habia
tenido lugar aún la rendición de la escuadra
francesa; pero, ¿qué esperanzas podia albergar de la
obediencia de aquel general al nuevo Gobierno; qué
de la eficacia de su cooperación, aun suponiéndole
inclinado á ella, ni qué apoyo era de presumir en los
marinos de Rosily cuando veía todo el país en armas,
unánime y furioso contra la intervención francesa? (1)
(4) «Sabiendo, dice Dupont en sus Memorias, que las tropas