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tura del combate. El desorden que nuestra caballería
introdujo en los infantes al principiar la acción,
el uso rápido de la caballería enemiga, apenas observó
Lasalle acontecimiento tan propicio para sus
armas, y el efecto casi nulo de nuestras piezas, no
podían producir otro resultado. Pero si grave y lastimosa
fué la pérdida que experimentaron nuestros
compatriotas en Cabezón, más sensible fué aún para
ellos la de las ilusiones que se habían hecho sobre
el talento y pericia del general Cuesta. Las persecuciones
que habia sufrido de parte del príncipe de la
Paz, que pasaba, infundadamente, por el enemigo
más encarnizado de los hombres de talento y de virtud;
su destitución del más elevado cargo de la magistratura
militar; su reciente nombramiento para
un puesto de tanta confianza como el de la Capitanía
general de Castilla la Vieja en aquellas circunstancias;
los principios, en fin, rigurosísimos de disciplina
que á todos momentos demostraba, habían hecho
formar del general Cuesta un concepto tan elevado
que hacia presumir fortuna próspera y pronta para
las armas confiadas á su talento. Desgraciadamente
no era este su primera cualidad, como en Cabezón y
otros varios encuentros demostró su mala estrella;
pero el patriotismo y la fortaleza de ánimo que en él
se albergaban eran títulos, sin embargo, para hacerle
querido y respetado por el Gobierno y por sus
subordinados. De ahí el que, aún resistiéndose á seguir
el movimiento de Valladolid, no tuviese que
experimentar ningún atropello y el que, á pesar de
sus desgracias militares y de su carácter nada conciliador,
se le mantuviera casi constantemente á la