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Mario%20Puzo%20-%20El%20Padrino

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La puerta estaba abierta y Michael entró. Vio un cuerpo dentro de la cama.<br />

Gracias a la luz de la luna que se filtraba a través de la ventana, Michael<br />

reconoció a su padre. Su rostro permanecía impasible y su pecho se movía<br />

acompasadamente. Unos tubos se adentraban en los orificios de su nariz. En el<br />

suelo había un recipiente de cristal en el que otros tubos vertían los residuos<br />

estomacales del paciente. Michael estuvo en la habitación el tiempo justo para<br />

asegurarse de que su padre estaba bien, y luego salió.<br />

– Soy Michael Corleone –dijo a la enfermera–. Sólo quería ver a mi padre.<br />

¿Dónde están los agentes que deberían custodiarle?<br />

La enfermera era una chica joven y guapa, muy convencida de la importancia<br />

de su trabajo.<br />

– Su padre recibía demasiadas visitas –dijo–. Hará unos diez minutos vino la<br />

policía y les hizo salir a todos. Y después, hace cinco minutos, tuve que avisar<br />

a los dos agentes de que les reclamaban en la comisaría, por lo que también<br />

ellos se marcharon. Pero no se preocupe, pues yo me encargo de ir a menudo<br />

a la habitación de su padre. Desde aquí incluso oigo su respiración. Por eso he<br />

dejado la puerta abierta.<br />

– Gracias. Supongo que no tendrá inconveniente en que me quede unos<br />

minutos con mi padre ¿verdad?<br />

La muchacha le dirigió una encantadora sonrisa.<br />

– Bien, pero sólo un ratito. Luego tendrá que marcharse. Son las normas<br />

¿comprende?<br />

Michael volvió a entrar en la habitación de su padre. Descolgó el teléfono y<br />

rogó a la operadora del hospital que le pusiera con la casa de Long Beach,<br />

concretamente con el número del despacho. Sonny respondió a la llamada.<br />

– Sonny, estoy en el hospital –dijo Michael, en voz apenas audible–. Aquí no<br />

hay nadie. No hay ni rastro de los hombres de Tessio ni de los policías. Nuestro<br />

padre no cuenta con protección de ninguna clase.<br />

Tras un largo silencio, Sonny respondió con voz lenta y fatalista.<br />

– Ésta es la jugada de Sollozzo de la que tú hablabas.<br />

– Eso es lo que he pensado yo también –comentó Michael–. Pero ¿cómo<br />

consiguió que los policías echaran a todo el mundo? ¿Y adonde han ido los<br />

agentes de paisano? ¿Qué ha sucedido con los hombres de Tessio? ¿Será<br />

posible que ese hijo de puta de Sollozzo tenga en el bolsillo a toda la policía de<br />

Nueva York?<br />

– Tómatelo con calma, muchacho –dijo Sonny con serenidad–. Ha sido una<br />

suerte que hayas ido al hospital tan tarde. No te muevas de la habitación y<br />

cierra la puerta por dentro. Nuestros hombres no tardarán ni un cuarto de hora.<br />

Ahora voy a llamarles. Tú quédate en la habitación y no te dejes dominar por el<br />

pánico. ¿De acuerdo, muchacho?<br />

– No tengo miedo –dijo Michael.

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