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Mario%20Puzo%20-%20El%20Padrino

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– Eres un cerdo, Johnny. Tuve que ir al psiquiatra, y todo por culpa de la noche<br />

que tú y yo pasamos juntos. ¿Por qué no quisiste acostarte más veces<br />

conmigo? Johnny le dio un beso en la maquillada mejilla, al tiempo que<br />

respondía:<br />

– Porque me dejaste sin fuerzas. Estuve un mes tratando de recuperarme.<br />

Oye, Deanna, quiero presentarte a mi primo Nino. Es un muchacho italiano. Y<br />

muy raerte, además. Tal vez él consiga satisfacerte. Deanna Dunn examinó<br />

fríamente a Nino.<br />

– ¿Le gustan los preestrenos? –preguntó a Johnny.<br />

– No creo que haya asistido a ninguno –Johnny rió–. ¿Por qué no lo<br />

acompañas?<br />

Cuando se encontró a solas con Deanna Dunn, Nino tuvo que tomarse una<br />

copa. Trataba de mostrarse tranquilo, pero le resultaba imposible. Deanna<br />

Dunn tenía la nariz respingada y la tez clara como la mayoría de las bellezas<br />

anglosajonas. Y él, Nino, la conocía muy bien. La había visto sola, en un<br />

dormitorio, con el corazón roto, llorando sobre el pecho de su marido muerto,<br />

un piloto que dejaba a sus hijos sin padre. La había visto hambrienta, herida y<br />

humillada, pero siempre digna, incluso cuando el malvado Clark Gable acababa<br />

de aprovecharse de ella. La había visto profundamente enamorada, abrazando<br />

al hombre que la adoraba, y la había visto morir al menos media docena de<br />

veces, siempre de un modo emocionante y bello. La había visto, la había oído y<br />

la había soñado, y aun así no estaba preparado para escuchar las primeras<br />

palabras que le dijo en cuanto estuvieron a solas.<br />

– Johnny es uno de los pocos hombres auténticos en esta ciudad. El resto no<br />

son sino unos desgraciados, incapaces de satisfacer a una mujer.<br />

Tomó a Nino de la mano y se lo llevó a uno de los rincones del salón, lejos de<br />

cualquier posible competencia. Luego, todavía con cierta frialdad, le hizo<br />

algunas preguntas acerca de su vida. Nino pronto comprendió cuál era su<br />

juego. Advirtió que estaba interpretando el papel de la muchacha de buena<br />

sociedad que se muestra amable con el criado o el chófer, pero que no daría<br />

esperanzas al muchacho (si este papel lo desempeñara Spencer Tracy), o que<br />

haría lo posible y lo imposible por conquistarlo (si se tratara de Clark Gable).<br />

No importaba, pensó Nino. Y, sin apenas darse cuenta, empezó a contarle a<br />

Deanna que él y Johnny habían crecido juntos en Nueva York, y que habían<br />

cantado juntos en clubes de mala muerte. Nino la encontró maravillosamente<br />

simpática. En un momento dado, Deanna le preguntó:<br />

– ¿Sabes cómo consiguió Johnny que ese cerdo de Jack Woltz le diera el<br />

papel?<br />

Nino respondió que no. Ella no habló más del asunto.<br />

Había llegado el momento de ver el preestreno de una nueva película de Woltz.<br />

Deanna Dunn volvió a tomar de la mano a Nino y lo condujo a una sala interior<br />

de la mansión. No tenía ventanas y estaba amueblada con unos cincuenta<br />

sofás –para dos personas–, colocados de modo que las parejas pudieran<br />

disfrutar de una pequeña isla de semiintimidad.

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