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Mario%20Puzo%20-%20El%20Padrino

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– Grazie.<br />

Era la primera vez que él oía su voz.<br />

Apollonia era tímida, y su timidez la hacía, a los ojos de Michael, todavía más<br />

encantadora. Él, confuso por el modo en que lo miraba la muchacha, siguió<br />

hablando con los padres. No obstante, se dio cuenta de que el vestido de<br />

Apollonia, a pesar de que no podía considerarse demasiado estrecho, parecía<br />

incapaz de contener su cuerpo. Y se fijó también en que la cara de aquélla<br />

parecía todavía más morena, debido, sin duda, a que estaba sonrojada.<br />

Finalmente, Michael se levantó, y lo mismo hizo la familia Vitelli. Se despidieron<br />

estrechándose la mano, y él sintió escalofríos cuando la suya entró en contacto<br />

con la de ella; era una mano cálida y fuerte, una mano de campesina. El signor<br />

Vitelli lo acompañó hasta el automóvil y lo invitó a comer con la familia el<br />

domingo siguiente. Michael aceptó, sabiendo que no podría esperar toda una<br />

semana para ver nuevamente a la muchacha.<br />

Y no esperó. Al día siguiente, sin los dos pastores, se fue al pueblo y se sentó<br />

en la terraza del café, para hablar con el signor Vitelli. Éste sintió lástima del<br />

joven y envió a buscar a su esposa y a su hija, para que acudieran al café a<br />

hacerle compañía. La muchacha se mostró menos tímida y más locuaz.<br />

Llevaba el vestido estampado de los días laborables, que le sentaba mucho<br />

mejor que el negro de los domingos.<br />

El martes ocurrió lo mismo, sólo que Apollonia llevaba puesta la cadena de oro<br />

que él le había regalado dos días antes. Michael le sonrió, sabiendo que aquel<br />

hecho debía de tener un significado profundo. La acompañó colina arriba, unos<br />

pasos por delante de la madre de ella, pensando cuán difícil sería evitar rozar<br />

el cuerpo de Apollonia. De pronto, ésta tropezó y chocó con Michael, quien al<br />

sostenerla para que no cayese sintió que la sangre le hervía en las venas.<br />

Ninguno de los dos pudo ver la cómplice sonrisa de la madre, que sabía que su<br />

hija conocía muy bien aquel camino – por lo que era imposible que hubiera<br />

tropezado de verdad–, así como que aquella era la única manera de que se<br />

dejara tocar por su pretendiente antes de la boda.<br />

Aquello duró unos quince días. Michael le llevaba regalos cada día, y Apollonia<br />

iba perdiendo su timidez. Pero nunca podían verse a solas. La chica era una<br />

aldeana casi analfabeta que no sabía nada del mundo; pero su ingenuidad y su<br />

alegría de vivir, sumadas a la barrera que imponía el lenguaje, la hacían aún<br />

más interesante a los ojos de Michael, que tenía mucha prisa por formalizar la<br />

relación.<br />

Y como la muchacha no sólo se sentía fascinada por él, sino que sabía que<br />

debía de ser rico, la boda se concertó para un domingo, dos semanas más<br />

tarde.<br />

Don Tommasino intervino. De América le habían dicho que Michael era libre de<br />

hacer lo que quisiera, pero también le advirtieron que debían tomarse una serie<br />

de precauciones. Así, pues, Don Tommasino decidió actuar como padre del<br />

novio, para asegurar la presencia de sus propios guardaespaldas. Calo y<br />

Fabrizzio también formarían parte del grupo de invitados del novio, así como el

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