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Mario%20Puzo%20-%20El%20Padrino

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decidió a informar a Don Corleone. Santino acababa de tomar parte en un robo<br />

a mano armada, y a Clemenza el hecho le parecía una estupidez, pues la cosa<br />

pudo haber terminado muy mal. Sonny había sido el jefe, naturalmente; los<br />

otros se habían limitado a seguirlo.<br />

Fue una de las pocas veces en que Don Corleone perdió el control de sí<br />

mismo. Tom Hagen llevaba tres años viviendo en su casa, y Don Corleone<br />

preguntó a su “caporegime” si el muchacho huérfano había tomado parte en el<br />

robo. Clemenza respondió que no, y Don Corleone envió un coche a buscar a<br />

Santino, con órdenes de que lo llevaran a sus oficinas de la Genco Pura Olive<br />

Oil Company.<br />

Por vez primera, el Don fue derrotado. A solas con su hijo, dio rienda suelta a<br />

su ira, reprendiendo muy duramente a Sonny en dialecto siciliano, el mejor de<br />

los lenguajes cuando se trataba de expresar ira y enfado. Terminó su diatriba<br />

preguntando:<br />

– ¿Con qué derecho cometiste ese robo? ¿Qué es lo que te llevó a hacer<br />

semejante locura?<br />

Sonny, de pie delante de su padre, se negó a responder. El Don, en tono de<br />

desdén, prosiguió:<br />

– Eres un estúpido. ¿Qué has ganado? ¿Cincuenta dólares? ¿O fueron sólo<br />

veinte? ¿Y para eso arriesgaste tu vida?<br />

Como si no hubiera oído las últimas palabras, Sonny dijo, en tono de desafío:<br />

– Vi cómo matabas a Fanucci.<br />

El Don se sentó en su silla, decidido a esperar a que su hijo siguiera hablando:<br />

– Cuando Fanucci salió de la casa, mamá me dijo que ya podía subir. Vi cómo<br />

te dirigías al terrado y te seguí. Fui testigo de todo lo que hiciste. También vi<br />

cómo te deshacías de la cartera y de la pistola.<br />

– Bien –dijo el Don–. Así pues, no tengo derecho a decirte lo que debes hacer.<br />

¿No quieres seguir estudiando? ¿No quieres ser abogado? Los abogados<br />

pueden robar más dinero con una cartera, que un millar de hombres<br />

enmascarados y con pistolas.<br />

Sonny sonrió y dijo:<br />

– Quiero entrar en los negocios familiares.<br />

Cuando vio que su padre permanecía impasible, que no se echaba a reír,<br />

añadió, con ligereza:<br />

– Puedo aprender a vender aceite de oliva.<br />

El Don siguió sin responder. Finalmente, al ver que su hijo ya no tenía nada<br />

más que decir, sentenció:<br />

– Cada hombre tiene su destino.

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