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Mario%20Puzo%20-%20El%20Padrino

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Atardecía. Nino estaba todavía bastante borracho. Johnny le aconsejó que se<br />

diera una ducha y que se acostara un rato. Por la noche, a las once, tenían que<br />

asistir a una fiesta.<br />

Cuando Nino despertó, Johnny le dijo:<br />

– La fiesta será en el Lonely Hearts Club. Las mujeres que asistirán son todas<br />

estrellas de la pantalla, damas admiradas por millones de hombres en todo el<br />

mundo. Muchos darían su brazo derecho por acostarse con cualquiera de ellas.<br />

Y su presencia en la fiesta tendrá un solo objeto: buscar a un hombre que<br />

quiera darles un buen repaso. ¿Sabes por qué? Porque lo necesitan, se están<br />

haciendo un poco mayores. Y como todas las señoras, quieren que el asunto<br />

se desarrolle en un ambiente distinguido.<br />

– ¿Qué te pasa en la voz, Johnny? –preguntó Nino.<br />

Y es que Johnny había estado hablando casi en susurros.<br />

– Es algo que me ocurre siempre que acabo de cantar. No podré volver a<br />

hacerlo durante un mes. Pero la ronquera se me pasará en un par de días.<br />

– Es duro ¿eh? –dijo Nino, en un tono triste.<br />

Johnny se encogió de hombros.<br />

– Escucha, Nino; no quiero que bebas demasiado esta noche. Tienes que<br />

demostrar a esas furcias de Hollywood que mi “paisan” tiene clase. Recuerda<br />

que algunas de esas mujeres tienen mucha influencia en el mundo del cine y<br />

que pueden ayudarte mucho. Así, pues, sé educado con ellas incluso cuando<br />

les hayas hecho el amor.<br />

Nino se estaba sirviendo un trago.<br />

– Siempre soy educado –una vez hubo vaciado el vaso, preguntó, sonriendo–:<br />

Bromas aparte, Johnny ¿puedes presentarme a Deanna Dunn?<br />

– No te pongas nervioso –dijo Johnny–. Las cosas no van a ser como tú te<br />

figuras.<br />

El Lonely Hearts Club se reunía cada viernes por la noche en la soberbia<br />

mansión de Roy McElroy, agente de prensa y consejero de relaciones públicas<br />

de la Woltz International Film Corporation. En realidad, la idea no había sido de<br />

McElroy, sino del práctico cerebro de Jack Woltz. Algunas de sus estrellas más<br />

taquilleras estaban envejeciendo. Sin la ayuda de las luces especiales y de los<br />

genios del maquillaje casi parecían abuelas. Y tenían problemas. Además, y<br />

hasta cierto punto, habían perdido su sensibilidad mental y física. Ya no les era<br />

posible enamorarse. Les resultaba prácticamente imposible desempeñar el<br />

papel de mujeres acosadas por los hombres. El dinero, la fama y su antigua<br />

belleza les habían dado una personalidad demasiado fuerte.<br />

Woltz había ideado esas fiestas semanales para que les fuera más fácil<br />

escoger amantes de una noche, que, si pasaban satisfactoriamente la prueba,<br />

podían convertirse en amantes fijos, con todas las ventajas que de tal situación<br />

se derivaban (entre ellas, iniciar una carrera en el mundo del cine). En algunas

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