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Mario%20Puzo%20-%20El%20Padrino

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vista el mundo que rodeaba al suyo propio. Se fijó en la fulgurante carrera de<br />

Hitler y el nacionalsocialismo, en la actitud alemana con respecto a Inglaterra<br />

en Munich. Vio claramente que la guerra era inevitable, e intuyó las<br />

consecuencias de todo tipo que ello acarrearía. Su mundo particular sería más<br />

inexpugnable que antes, aparte de que, además, se le presentaba la ocasión<br />

de convertir en realidad eso de que cualquier hombre avispado puede, en<br />

tiempo de guerra, hacerse rico rápidamente. Don Corleone, que ya era rico,<br />

podría acumular más riqueza aún. Para ello, sin embargo, era necesario que en<br />

su mundo particular reinara la paz.<br />

Don Corleone llevó su mensaje a través de Estados Unidos. Conferenció con<br />

compatriotas en Los Ángeles, San Francisco, Cleveland, Chicago, Filadelfia,<br />

Miami y Boston. En 1939 era el apóstol de la paz del mundo del hampa, y hay<br />

que reconocer que alcanzó un éxito extraordinario. Consiguió llegar a<br />

establecer acuerdos – que al igual que la Constitución de Estados Unidos<br />

respetaban por entero la autoridad interna de cada miembro en su estado o<br />

ciudad– con las más poderosas organizaciones de los bajos fondos del país.<br />

Tales acuerdos se referían solamente a esferas de influencia, y tendían<br />

únicamente a asegurar la paz en dicho medio.<br />

Fue así como Don Corleone logró que tanto en el momento de estallar la<br />

Segunda Gran Guerra, en 1939, como en el de la intervención de Estados<br />

Unidos en ella, en 1941, reinaran la paz y el orden en su mundo. Había<br />

conseguido tenerlo todo dispuesto para recoger la dorada cosecha, en igualdad<br />

de condiciones con todas las demás industrias de la repentinamente activa y<br />

próspera América. La familia Corleone intervenía en el suministro ilegal de<br />

bonos de comida, en los cupones de gasolina, etc. Tenía poder suficiente para<br />

conseguir contratos de guerra y adquirir, en el mercado negro, los materiales<br />

necesarios para las firmas del ramo de la confección que carecían de materias<br />

primas suficientes por no haber obtenido contratos gubernamentales. Incluso<br />

podía lograr que los jóvenes de la organización se libraran de ser movilizados –<br />

después de todo ¿qué tenían que hacer en una guerra extranjera?– gracias a<br />

la ayuda de los médicos que indicaban las drogas que debían tomar los futuros<br />

soldados antes de someterse a reconocimiento, y también gracias a su facultad<br />

para colocar a sus hombres en puestos clave dentro de la industria bélica.<br />

El Don podía sentirse satisfecho. El mundo era un oasis de paz para todos<br />

aquellos que habían jurado lealtad a su persona, mientras para otros muchos<br />

que creían en la ley y el orden era un infierno donde se moría como una rata.<br />

Lo único que le disgustaba era que su hijo menor, Michael, se hubiera negado<br />

a recibir ayuda y hubiera insistido en alistarse como voluntario en la Marina, al<br />

igual que hicieron algunos de los miembros más jóvenes de la organización,<br />

ante el asombro del Don. Uno de ellos, tratando de explicar a su “caporegime”<br />

el motivo de su decisión, dijo:<br />

– Este país se ha portado bien conmigo.<br />

Cuando el Don se enteró de esta razón, le espetó al “caporegime”.<br />

– ¡También yo me he portado bien con él!

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