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Mario%20Puzo%20-%20El%20Padrino

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Naturalmente, existían algunas razones de orden práctico que podían hacerle<br />

desistir. Era posible que Fanucci tuviera amigos poderosos, quienes, con toda<br />

seguridad, intentarían vengarse. Y el mismo Fanucci era un hombre peligroso,<br />

y no resultaría fácil mandarlo al otro mundo. Además, había que contar con la<br />

policía y con la silla eléctrica. Pero Vito Corleone había vivido con una<br />

sentencia de muerte pendiendo sobre su cabeza desde el asesinato de su<br />

padre. A los doce años había cruzado el océano huyendo de sus verdugos<br />

para ir a vivir a un país extraño y había cambiado de nombre. Y los años lo<br />

habían convencido de que poseía más inteligencia y valor que la mayoría de<br />

los hombres, aunque no había tenido oportunidad de emplearlos.<br />

Con todo, Vito Corleone dudaba de dar ese primer paso hacia su destino.<br />

Incluso hizo un paquete con los setecientos dólares y se lo metió en un bolsillo<br />

del pantalón, concretamente el izquierdo. En el derecho llevaba la pistola que le<br />

había dado Clemenza en ocasión del asalto al camión cargado de vestidos de<br />

seda.<br />

Fanucci llegó a las nueve en punto de la noche. Vito Corleone puso encima de<br />

la mesa una jarra de vino hecho por Clemenza. El visitante dejó el sombrero<br />

encima de la mesa, junto a la jarra de vino, y se aflojó el nudo de la floreada<br />

corbata. La noche era cálida; la luz, débil. En el piso no se oía ni una voz, ni un<br />

ruido, pero Vito Corleone se mostraba frío como el hielo. Para hacer patente su<br />

buena fe, entregó el paquete con el dinero y vio cómo Fanucci, después de<br />

contarlo, lo guardaba dentro de una cartera de cuero. A continuación, Fanucci<br />

bebió un trago de vino y dijo, con el rostro totalmente inexpresivo:<br />

– Todavía me debes doscientos dólares.<br />

Vito Corleone, en un tono gélido y razonable, repuso:<br />

– Voy un poco corto de dinero. He estado sin trabajo. Déme unas semanas de<br />

tiempo, se lo ruego.<br />

Era una petición sensata. Fanucci tenía la mayor parte del dinero y no podía<br />

importarle esperar. Incluso era probable que se dejara convencer y se<br />

conformara con los setecientos dólares o, en el peor de los casos, que<br />

esperara un poco más. Terminó de beber su vino, y dijo:<br />

– Eres un joven inteligente. ¿Cómo es posible que no me haya fijado en ti<br />

antes? Pero eres demasiado tranquilo, y eso no te conviene. Podría<br />

proporcionarte un buen trabajo. Ganarías bastante dinero, te lo aseguro.<br />

Vito Corleone aparentó mostrarse interesado, y llenó nuevamente el vaso de<br />

Fanucci. Pero éste, en vez de seguir hablando, como parecía ser su intención,<br />

se levantó y estrechó la mano de Vito.<br />

– Buenas noches –dijo–, y nada de resentimientos ¿eh? Si alguna vez puedo<br />

hacer algo por ti, házmelo saber. Esta noche te has prestado un buen servicio a<br />

ti mismo.<br />

, Vito esperó a que Fanucci bajara por las escaleras y saliera del edificio. La<br />

calle estaba llena de gente. Serían muchos los que podrían atestiguar, de ser<br />

necesario, que Fanucci había salido del piso de Corleone por su propio pie.

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