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Mario%20Puzo%20-%20El%20Padrino

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Michael, con expresión de cansancio, respondió:<br />

– Claro que no es cierto. Créeme, Kay.<br />

Nunca se había mostrado tan convincente. Lo dijo mirando a su esposa<br />

directamente a los ojos. Ella no podía dudar de la palabra de Michael, del<br />

hombre en quien confiaba ciegamente. Kay le dirigió una sonrisa melancólica y<br />

se echó en sus brazos esperando que él la besara. Luego dijo:<br />

– Creo que necesitamos un trago. Fue a la cocina a buscar hielo. Desde allí<br />

oyó abrirse la puerta, y al salir vio a Clemenza, Neri y Rocco Lampone,<br />

acompañados de los guardaespaldas. Su marido estaba casi de espaldas a<br />

ella, pero Kay se movió un poco, lo justo para verlo de perfil. Entonces,<br />

Clemenza se dirigió a Michael llamándole Don.<br />

Kay vio que Michael recibía el homenaje de aquellos hombres. Y se acordó de<br />

las estatuas de los emperadores romanos, quienes, por derecho divino, eran<br />

dueños de la vida y de la muerte de sus subditos. Tenía una mano en la<br />

cadera. El perfil de su cara hablaba de un poder frío y orgulloso, y su cuerpo<br />

descansaba sobre uno de sus pies, que quedaba un poco más atrás que el<br />

otro. Los caporegimi estaban de pie frente a él. En ese momento, Kay<br />

comprendió que todo lo que Connie había dicho era cierto. Regresó<br />

nuevamente a la cocina, y una vez allí, se echó a llorar.

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