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Mario%20Puzo%20-%20El%20Padrino

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– ¿Qué ha ocurrido, Sonny? –preguntó su esposa.<br />

– Han disparado contra el viejo –respondió serenamente. Al ver la expresión de<br />

ella, añadió en tono brusco–: No te preocupes. No ha muerto. Y no va a ocurrir<br />

nada más.<br />

Nada le dijo acerca de Tom Hagen. El teléfono sonó por quinta vez. Era<br />

Clemenza.<br />

– ¿Has oído lo de tu padre? –preguntó tartamudeando.<br />

– Sí –replicó Sonny–. Pero no ha muerto.<br />

Se produjo una larga pausa, hasta que finalmente, con voz emocionada,<br />

Clemenza dijo:<br />

– Gracias, Dios mío, gracias... ¿Estás seguro? Me dijeron que había muerto en<br />

la calle.<br />

– Está vivo –repuso Sonny. Estaba atento a todas las inflexiones de la voz de<br />

Clemenza. Su emoción parecía verdadera, pero entre las obligaciones de<br />

Clemenza se contaba la de ser un buen actor.<br />

– Ahora tendrás que ocuparte de todo –comentó Clemenza–. ¿Qué quieres que<br />

haga?<br />

– Ve a casa de mi padre, y trae a Paulie Gatto.<br />

– ¿Eso es todo? –preguntó Clemenza–. ¿No quieres que ponga algunos<br />

hombres en el hospital y en tu casa?<br />

– No, sólo os necesito a ti y a Paulie Gatto –contestó Sonny.<br />

Se produjo un largo silencio. Clemenza iba comprendiendo. Para que todo<br />

pareciera más natural, Sonny preguntó:<br />

– ¿Dónde diablos estaba Paulie Gatto? ¿Qué demonios hace ahora?<br />

– Paulie estaba enfermo, está resfriado, y por eso no se movió de su casa –<br />

contestó Clemenza en un tono de voz radicalmente distinto–. Ha estado algo<br />

malo durante todo el invierno. Sonny se puso en guardia.<br />

– ¿Cuántas veces se ha quedado en casa durante los dos últimos meses?<br />

– Quizá tres o cuatro veces –respondió Clemenza–. Yo siempre preguntaba a<br />

Freddie si necesitaba otro muchacho, pero él decía que no. De hecho, no ha<br />

habido motivo pues, como ya sabes, en los diez últimos años no hemos tenido<br />

ningún problema.<br />

– Sí, ya lo sé –dijo Sonny–. Te veré en casa de mi padre. Quiero que traigas a<br />

Paulie, por enfermo que esté. ¿Entendido? –Colgó el auricular, sin aguardar<br />

respuesta. Su esposa estaba llorando en silencio. La miró durante un momento<br />

y luego, bruscamente, agregó–: Si llama alguno de los nuestros, diles que me<br />

llamen a casa de mi padre por el teléfono especial. A las otras llamadas,

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