29.03.2013 Views

Mario%20Puzo%20-%20El%20Padrino

Mario%20Puzo%20-%20El%20Padrino

Mario%20Puzo%20-%20El%20Padrino

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

12<br />

Johnny Fontane despidió al sirviente con un ademán.<br />

– Te veré por la mañana, Billy –le dijo.<br />

El criado de color salió del enorme salón con vistas al Pacífico. Era una<br />

despedida de amigos, no la que cabía esperar entre patrón y criado. Y si éste<br />

se marchaba era porque aquella noche Johnny Fontane esperaba compañía.<br />

La compañía de Johnny era una muchacha llamada Sharon Moore, una chica<br />

de Nueva York, de Greenwich Village concretamente, que estaba en Hollywood<br />

para tratar de conseguir un pequeño papel en una película producida por un<br />

antiguo amigo suyo que había hecho fortuna. Había visitado los estudios<br />

cuando Johnny estaba actuando en la película de Woltz. Johnny la había<br />

encontrado hermosa, encantadora y ocurrente, y le había pedido que fuera a su<br />

casa a cenar. Sus invitaciones para cenar eran apetecidas, por lo que,<br />

naturalmente, la chica aceptó.<br />

Evidentemente, Sharon Moore esperaba que Johnny Fontane fuera directo al<br />

grano, pero Johnny odiaba este sistema. Nunca se acostaba con una chica a<br />

menos que se sintiera realmente atraído por ella. Excepto, claro está, en las<br />

ocasiones en que había bebido mucho, cuando por menos de nada se<br />

encontraba en la cama con alguna muchacha a la que no recordaba haber visto<br />

en su vida. Además, ahora que tenía treinta y cinco años, que estaba<br />

divorciado de su primera esposa y separado de la segunda, y que podía<br />

escoger entre mil mujeres diferentes, Johnny se había vuelto mucho más<br />

selectivo. Sin embargo, Sharon Moore le atraía, aunque no sabía exactamente<br />

por qué. Por ello la había invitado a cenar.<br />

El no comía mucho, pero conocía muchachas que pasaban hambre para poder<br />

dedicar el dinero a vestir bien. En consecuencia, siempre procuraba que su<br />

mesa estuviera bien surtida. Tampoco faltaba la bebida: champán, whisky,<br />

coñac y toda clase de licores. Acostumbraba a servir la comida y los<br />

combinados ya preparados. Luego, llevaba a la invitada de turno a la sala de<br />

estar con vistas al Pacífico. Aquella noche, una vez en el salón con Sharon,<br />

puso unos discos de Ella Fitzgerald en el tocadiscos de alta fidelidad y se sentó<br />

junto a la muchacha, en el mullido sofá. Charlaron de mil pequeñas cosas: de<br />

cómo había pasado la niñez, de si le habían gustado los chicos, de si era o no<br />

hogareña, de si poseía un temperamento alegre o triste... A Johnny le gustaba<br />

saber estos detalles, pues le proporcionaban la ternura que necesitaba para<br />

hacer el amor.<br />

Se deslizaron sobre el sofá. Él la besó en los labios, fríamente, y ante la pasiva<br />

reacción de ella sintió una gran ternura; aquella ternura que le permitiría ser un<br />

buen amante. Por un instante, Johnny se quedó contemplando el fragmento<br />

azul y oscuro de Pacífico que le ofrecía el ventanal abierto a la noche. Sharon<br />

interrumpió su éxtasis.<br />

– ¿Por qué no pones un disco tuyo? –le preguntó.<br />

El tono de la chica era implorante. Johnny le dirigió una amable sonrisa.

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!