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Mario%20Puzo%20-%20El%20Padrino

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Luca se había dejado caer por el night–club la noche anterior al atentado contra<br />

Don Corleone. Casi inmediatamente, Bruno Tattaglia fue a sentarse a su mesa.<br />

– Tengo un amigo que quiere hablar con usted –le dijo.<br />

– Que venga –contestó Luca–. Siendo amigo suyo, no tengo inconveniente<br />

alguno en hablar con él.<br />

– No –alegó Bruno–. Quiere verle en privado.<br />

– ¿Quién es? –preguntó Luca.<br />

– Un amigo mío, ya se lo he dicho. Quiere hacerle una proposición. ¿Acepta<br />

hablar con él esta misma noche?<br />

– De acuerdo –dijo Luca–. ¿Dónde y a qué hora?<br />

– El club se cierra a las cuatro de la mañana –respondió Bruno Tattaglia,<br />

bajando la voz–. ¿Por qué no charlan aquí, mientras los camareros hacen la<br />

limpieza?<br />

Conocían bien sus costumbres, pensó Luca. Por lo visto le habían seguido los<br />

pasos. Solía levantarse a las tres o las cuatro de la tarde, desayunaba, y luego<br />

se entretenía jugando con sus amigos de la Familia o bien pasaba un par de<br />

horas con una mujer. A veces se iba al cine a medianoche, y a la salida se iba<br />

a tomar una copa en algún club. Nunca se acostaba antes del amanecer. Por<br />

ello, la sugerencia de una entrevista a las cuatro de la madrugada no era tan<br />

descabellada como parecía.<br />

– Completamente de acuerdo –asintió–. Volveré a las cuatro.<br />

Salió del club y se dirigió en taxi a su habitación amueblada de la Décima<br />

Avenida. Se alojaba en casa de unos italianos, parientes lejanos. Las dos<br />

habitaciones de que disponía Luca estaban separadas del resto del piso por<br />

una puerta especial. Eso le gustaba, pues le permitía hacer una especie de<br />

vida de familia, a la vez que le protegía contra cualquier sorpresa desagradable<br />

en el lugar donde era más vulnerable.<br />

No tardaría en ver la peluda cola del astuto zorro turco, pensó Luca. Si las<br />

cosas iban bien, si Sollozzo se descubría esa noche, tal vez todo terminaría<br />

con un agradable regalo de Navidad para el Don. En su habitación, Luca abrió<br />

la maleta que tenía debajo de la cama y sacó un chaleco a prueba de balas.<br />

Pesaba mucho. Se desnudó, se puso una camiseta de lana, luego la camisa, y,<br />

finalmente, el chaleco. Por un momento pensó en llamar al Don para ponerle al<br />

corriente de todo, pero luego recordó que el Don nunca contestaba el teléfono y<br />

que, además, le había encargado aquella misión en secreto, de modo que<br />

nadie, ni tan siquiera Hagen y Sonny, debían saber nada.<br />

Luca siempre iba armado. Tenía licencia de armas, probablemente la licencia<br />

más cara del mundo y de todos los tiempos. Había costado diez mil dólares,<br />

pero en caso de ser registrado por la policía, le evitaría ir a prisión. Esta noche<br />

no quería llevar el arma que estaba facultado legalmente para llevar encima,<br />

sino que prefería una pistola “segura”, ya que tal vez tendría ocasión de<br />

terminar el trabajo. Sí, era mejor un arma que no estuviera registrada. Luego,

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